Ansiedad, a ti no te esperaba

Siento que afronto este nuevo yo de la mejor de las maneras posible. Repitiéndome hasta la saciedad, vivo recreándome en su recuerdo, en toda ella, y avanzando para no dejar de ser la persona que a ella le gustaría que fuese. Pero cosas en mí han cambiado, algunas ni las esperaba.

Hace unas semanas estuve sufriendo algo parecido a una crisis de ansiedad. Es raro, puesto que no suelo agobiarme. No soy de avivar pensamientos que me angustien, soy más de las que canturrea canciones en su interior mientras aguanta perrerías de un dentista dispuesto a tenerle boca abierta las horas que hagan falta.
- Qué bien aguantas el dolor - la de veces que me lo habrán dicho...
- Hombre, si te refieres a que no te monto el numerito y grito en la sala de espera: "¡corred! ¡corred, insensatos!", pues sí, pero ganas no me faltan - me quedo yo pensando.

Por eso cuando estas semanas atrás empece a sentir como una angustia incapaz de controlar ni con todo el repertorio de Manuel Carrasco en mi cabeza, me extrañé.

Creo que el primer día en el que empecé a sentir algo similar fue en una de esas fiestas del bebé que temiblemente se están poniendo tan de moda. No voy a detenerme en explicar lo obvio que resulta pensar lo feliz que me hace que una amiga tenga un bebé. Pero desde el prisma en que puedo percibir esas fiestas son una oda a las mamás donde todo es muy rosa o muy azul, y las palabras más pronunciadas son "bebé", "mamá" y, para mayor regocijo, "abuela". 
Y si recuerdo bien, aquella tarde fue la primera en que sentí como que me costaba respirar, como si me faltase el aire, sólo pensaba en tengo que salir de aquí y una sensación intensa de que algo malo iba a pasarme.
Intenté calmarme y analizar bien lo exagerado del momento, pero la necesidad de escape era mayor. Ya tenía maniobra de fuga, pero entonces más gente llegó a la fiesta y dejó de ser tan azul, y menos de mamás y de abuelas, y me calmé.

Ese miedo incontrolable (y bastante absurdo), que empieza a alimentarse en mi mente y que al cambiar de lugar, de actividad o de aire cesa de la misma forma absurda en que surgió, aporta generosas sospechas de que sea una cuestión psicológica más que física. Valga de prueba que he sobrevivido a varios ataques ya y que sólo han supuesto un mal rato. 
Vamos, lo que viene siendo una crisis de ansiedad de libro, según me han dicho.

He pensado mucho en ello, ante mi sorpresa de no poder calmar esa sensación cuando me entra. Tampoco tengo claro que esta entrada pertenezca a este blog, bien podría incluirlo en un blog sobre el estrés laboral (si tuviese un blog donde escribir sobre ello).

Si bien creo que el desencadenante es algo físico, digamos "real", como que algo me ha caído mal en el estómago o tengo la garganta inflamada de los cambios de temperatura... para el resto del cuadro sintomático, entono el mea culpa.

Y sí, puede que este sea el lugar donde escribir sobre ello. Porque la segunda vez que sentí esa ansiedad y ese deseo de largarme de donde estaba fue en una boda. Me molestaba algo el estómago y sentada en mi mesa, esa sensación volvió. Y sólo pensaba, "venga, no estás tan mal, no te agobies", sin éxito. 
Me perdí en esa mesa incompleta, en esa silla vacía. Me fui tras el baile de los novios. 

Durante unas dos semanas esa ansiedad era diaria. Tuve algo alta la tensión y, sobre todo cayendo la tarde, empezaba a sentirme nerviosa. No podía ni comer con los nervios cogidos en el estómago. Y siempre el sentimiento común era de algo malo va a pasarme. Absurdo, a mí, que tengo claro que quienes sufren un lo que sea, lo viven tan rápido que quienes más conscientes son de la gravedad son quienes están alrededor. Hasta lo peor del peor dolor que puede sentir el ser humano es que puede llegar a ser desquiciante. Pasarlo mal por miedo a que te de un yuyu fulminate, es tan estúpido que me irrita sentirlo. 

Lo primero y que más me ha ayudado es contarlo. Topicazo, pero efectivo. Escuchar de alguien qué es lo que te pasa, ya ayuda. Sin duda, lo segundo es hablarlo con tu médico de familia, que pueda evaluar también lo físico del asunto y tras su evaluación, dejarte con la tranquilidad de recomendaciones como dejar de tomar cafeína y si puedes, tomate unos días de vacaciones.

Hoy, esos malos ratos no han vuelto aunque sigo como alerta cuando salgo de casa. Como a la expectativa de no empezar a sentirme mal y arruinar un buen rato con amigos. Ahora es como cuando se te quita el hipo y te quedas a la espera de un último ¡hip!

No me siento normal del todo, pero voy saliendo. Eso sí, uno o ningún café al día y hoy escribo desde la playa.

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