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Mostrando entradas de abril, 2014

Penitencia

Recuerdo aquella última boda a la que fui con ella. En mi mesa, primos cercanos y no tanto. Primos, igualmente, y como suele marcar la tradición familiar, todos hermanos de una misma Hermandad. Alguien preguntó: y tú sales de nazareno? . Muchos comentaron que ya habían salido lo suficiente, la edad, los niños... Mi respuesta, a modo de chiste rápido, fue algo como: he salido alguna vez, pero he llegado a la conclusión de que no soy tan mala para hacer esa penitencia. Al siguiente Domingo de Ramos, muchos de esa mesa y de otras, desempolvamos nuestras túnicas blancas y recorrimos las calles en procesión. Citados por la tarde en el templo, reconozco que no tenía ganas de salir. Me agobiaba no poder soportarlo. No quería sufrir. Más. El día no estaba despejado. La decisión sobre si salir o no, no era sencilla. Todo apuntaba a que no salíamos. La espera me tuvo como quien deshoja margaritas: Qué no salgamos, qué salgamos. Qué no salgamos, qué salgamos. Casi una hora de retraso, el hermano