No me sueltes nunca
Hay sueños, los menos, que me acercan al recuerdo del tacto de su piel. Me regalan el instante imposible de tocarla, de sentirla, de traer a mi mente esa sensación que sólo alcanzo al experimentar la suavidad de su piel. Y es a veces tan vívido ese sueño, que sería de justicia tenerlo cada noche. O al menos una noche a la semana, hasta me conformaría con una al mes. Pero no. Tampoco es ese el trato. Y me despierto agradecida por ese regalo en forma de sueño , intenso aunque breve, que me traslada a un estado de tranquilidad efímera porque anoche pude sentirla. Puedo recordar sus gestos y parecer que la estoy viendo ahora mismo. Recordar su forma de hablar y expresiones y esa espontaneidad tan de ella. Pero recordar qué siento al cogerla de la mano al igual que ese olor a ella , son otra cosa. No soy capaz más que de recordar lo mucho que me gustaba y recordar cogiéndonos de la mano, las dos en el sofá como tantas noches, pero ni de lejos puedo sentir tanto amor impregn