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Mostrando entradas de agosto, 2013

No me sueltes nunca

Hay sueños, los menos, que me acercan al recuerdo del tacto de su piel. Me regalan el instante imposible de tocarla, de sentirla, de traer a mi mente esa sensación que sólo alcanzo al experimentar la suavidad de su piel. Y es a veces tan vívido ese sueño, que sería de justicia tenerlo cada noche. O al menos una noche a la semana, hasta me conformaría con una al mes. Pero no. Tampoco es ese el trato.  Y me despierto agradecida por ese regalo en forma de sueño , intenso aunque breve, que me traslada a un estado de tranquilidad efímera porque anoche pude sentirla.   Puedo recordar sus gestos y parecer que la estoy viendo ahora mismo. Recordar su forma de hablar y expresiones y esa espontaneidad tan de ella. Pero recordar qué siento al cogerla de la mano al igual que ese olor a ella , son otra cosa.  No soy capaz más que de recordar lo mucho que me gustaba y recordar cogiéndonos de la mano, las dos en el sofá como tantas noches, pero ni de lejos puedo sentir tanto amor impregn

Una sonrisa

Me encantaba su positividad . A ella le decias un día: - ¡Uy! Qué moderna vas, ¡qué guapa! - y te decía - Hombre, es que tu madre es muy joven. Y otro día no te gustaba lo que llevaba y le soltabas: - Mamá, eso que llevas es de vieja, no se porque te pones eso - y te contestaba - Hombre, es que tu madre ya tiene una edad. Ella a su rollo. Y a quien no le guste, que no mire. Qué buena filosofía. Distinción hecha sonrisa.  Así deberíamos tomarnos la vida, sobre todo los días y en los momentos en los que la vida nos deja. Abajo los espanta-ilusiones, roba-esperanzas, merma-moralidades, despierta-sueños, agonías y  pesimistas en general. Y sobre todo, abajo esos días en que yo misma pueda parecerme a alguno de ellos.

a.e y d.e.

Cambio de ropa, alguien me pregunta dónde compré aquella mesita, acaban una obra que parecía eterna, recordamos aquella anécdota, aquel viaje... y mi mente hace una rápida conversión temporal: antes de ella (a.e.) ó después de ella (d.e.). ¿Este jersey me lo conoció ella? / ¿esta mesita la vio? / No vio terminada esa obra / Cuando hicimos ese viaje, ¿estaba ella? Todo lo mido desde ese día en que todo cambió. Pienso, ¿ella estaba o no estaba? Y desde ahí, echo la cuenta. Pues si ella lo conoció, lo vio y estaba, hace ya de eso 1 año y 8 meses, mínimo. ¿Tanto? Pues sí, porque ella estaba. Cuando adquiero algo nuevo, o hacemos un nuevo viaje, algún cambio... me entristece saber que es todo d.e.  Pienso si a ella le gustaría, qué diría, cómo estaría compartiéndolo conmigo. Me esfuerzo en sentirla conmigo. Que conozca / vea / esté.  Esa conversión es momentánea, en ocasiones en respuesta a quien pregunta un cuándo  y en ocasiones es silenciosa, para mis adentros. Pero siempre

Ansiedad, a ti no te esperaba

Siento que afronto este nuevo yo de la mejor de las maneras posible. Repitiéndome hasta la saciedad, vivo recreándome en su recuerdo, en toda ella, y avanzando para no dejar de ser la persona que a ella le gustaría que fuese. Pero cosas en mí han cambiado, algunas ni las esperaba . Hace unas semanas estuve sufriendo algo parecido a una crisis de ansiedad . Es raro, puesto que no suelo agobiarme. No soy de avivar pensamientos que me angustien, soy más de las que canturrea canciones en su interior mientras aguanta perrerías de un dentista dispuesto a tenerle boca abierta las horas que hagan falta. - Qué bien aguantas el dolor - la de veces que me lo habrán dicho... - Hombre, si te refieres a que no te monto el numerito y grito en la sala de espera: "¡corred! ¡corred, insensatos!", pues sí, pero ganas no me faltan - me quedo yo pensando. Por eso cuando estas semanas atrás empece a sentir como una angustia incapaz de controlar ni con todo el repertorio de Manuel Carrasco