Un padre, es un padre
Dos aprendices en un coche, dirigiéndonos a acompañar a una familia que despedía a un ser querido. El año ha empezado en nuestro entorno llevándose a algunos de los más mayores de la casa. Le confesé a mi acompañante que yo me cuido de ir a despedir a abuelos y abuelas de nadie. Me hace más mal a mí ir, que lo que yo pueda aportarles. Es ley de vida, es natural. Perder a personas que son tan mayores a nuestra edad es, en mi opinión y por mi dura experiencia, motivo de celebración y descanso. De hecho, no suelo ir precisamente por no encontrarme a los propios familiares diciéndome justo eso. Que la vida es así. Que ha vivido muchos años y ya descansaría en paz. Yo que he vivido esa ceremonia de despedida envuelta en un sentir muy diferente, prefiero no ir. Mi acompañante, quien también hace años tuvo que aprender a vivir sin su padre antes de lo que tocaba, coincidía conmigo. Cuando se trata de una pérdida como la nuestra, no dudaba en acudir y dar un fuerte abrazo a quien lo nece