El motor de la vida
En conversaciones con amigos en situación similar a la mía, de aprendizaje , raro es que no acabemos hablando de la distancia que se siente con quienes ayer sentías tan cerca. Ya lo he escrito en otras entradas de este blog. Es tarea difícil, por no decir imposible, tratar de hacer ver a la gente cómo te sientes. Hablarles y que te escuchen. Es tan difícil con algunos que resulta hasta frustrante, porque no son ni ciegos ni sordos, pero ni ven ni escuchan. Y piensas quién levanto esos muros que hoy nos separan . ¿Fueron ellos o fuiste tú que necesitaste sentir una seguridad fingida que oculte tu fragilidad? Vete a saber... pero hace plantearte, ¿y qué más da quien levantase ese muro? Yo derribo muros a diario. Muros que un día, sin previo aviso, se levantaron frente de mí para no dejar pasar ni el aire ¿y ellos no pueden alcanzar esta distancia que nos separa? ¿no pueden tratar ni de auparse para intentar ver por encima de él? Quizás, si fuí yo quien puso ahí ese muro, me hice un