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Mostrando entradas de septiembre, 2013

El motor de la vida

En conversaciones con amigos en situación similar a la mía, de aprendizaje , raro es que no acabemos hablando de la distancia que se siente con quienes ayer sentías tan cerca. Ya lo he escrito en otras entradas de este blog. Es tarea difícil, por no decir imposible, tratar de hacer ver a la gente cómo te sientes. Hablarles y que te escuchen. Es tan difícil con algunos que resulta hasta frustrante, porque no son ni ciegos ni sordos, pero ni ven ni escuchan. Y piensas quién levanto esos muros que hoy nos separan . ¿Fueron ellos o fuiste tú que necesitaste sentir una seguridad fingida que oculte tu fragilidad? Vete a saber... pero hace plantearte, ¿y qué más da quien levantase ese muro? Yo derribo muros a diario. Muros que un día, sin previo aviso, se levantaron frente de mí para no dejar pasar ni el aire ¿y ellos no pueden alcanzar esta distancia que nos separa? ¿no pueden tratar ni de auparse para intentar ver por encima de él? Quizás, si fuí yo quien puso ahí ese muro, me hice un

Dos cafés

Hay días en los que mantengo una conversación de la que salir aliviada. Sacar cosas en claro, ordenar ideas, mirar con perspectiva.  Y pese al gran apoyo y esfuerzo de mis ángeles en la tierra , que me acompañan y parecen turnarse sutílmente en el repaldo de su ausencia, la realidad es que no quedo saciada. En el fondo, al seguir con el tema rondando mi cabeza, sé que con quien necesito hablar es con ella. Ella es con quien necesito tomar un café, pero no hay mesa. Bien porque ella ya se encontró en mi misma situación y podría entenderme mejor que nadie o porque es quien mejor me conocía o porque sólo pensaría en lo mejor para mí o por todas esas cosas juntas. - Uno con leche y, para ella, un descafeinado cortado, de máquina. A veces cuando algo nos agobia y sabemos que va muy alimentado de inseguridad o de miedo a equivocarnos... solemos saber qué y de quién necesitamos oir esas palabras que calmarían nuestras dudas. Casi sabemos qué es lo acertado, pero necesitamos ese to

Cinco comensales

Cada uno es diferente y aunque existe mucho común en este sin saber , por ejemplo, unos optan por hablar, otros prefieren callar. Ocupé mi asiento en una mesa coja. Una mesa que encontré con cuatro ocupantes, pero en la que antes de unirme yo, ya fueron cinco sillas las reunidas. Entonces, no supe entender lo saludable que era algo tan simple como llenar esa mesa incompleta. Suavizar la evidencia más dolorosa de volver a ser cinco comensales cuando pudimos arrimar una nueva silla y sumar. Comprendí que lo mejor en esa mesa era no preguntar. Respetar cómo afrontar un dolor que pudiendo imaginar, nunca habría comprendido cuánto abarca y cómo te hace volver a aprender a vivir de nuevo. Hoy, como cada día, pero más si cabe hoy, seguimos aprendiendo juntos a vivir rellenando ausencias. Sólo se pierde a una madre una vez, pero hay quien ya ha llorado a dos. Si existe un lugar al que ir tras este, no me cabe duda de que hoy, especialmente hoy, compartirán mesa.