Sopla las velas conmigo

A las doce menos cuarto quiero estar en la cama. Quiero dormirme no más tarde que esa hora. No puedo llegar tarde.

Que el sueño me invada antes de las doce menos cuarto.

Y mirar el reloj y esperar sin decir nada, como cada año, a ver si os habéis acordado.
Todos estaremos en el salón, cada uno en su asiento en el sofá. Las doce menos cuarto llegarán sin darnos cuenta, quizás estemos distraídos con la programación de la televisión. Quizás, tanto que pasen las doce y nadie se levante a dar los primeros besos. O quizás uno haya caído en lo cerca que está el nuevo día y haya iniciado una cuenta a trás interna. Quizás incluso, ella, se quede dormidita en un vencido intento por mantenerse despierta hasta la hora y se despierte con una sonrisa al oir el primer "¡Felicidades!".

Alguna noche, las menos, hubo que decir "Oye... ¿no tenéis nada que decirme?".

Quiero estar durmiendo a las doce menos cuarto. Es mi cumpleaños y ella me está esperando. Tiene un regalito guardado, ha escondido la tarta y recordado comprar las velas. No puedo fallarle. Le hace más ilusión poder felicitarme que a mí celebrar un año más.

Necesito cerrar los ojos y trasladarme a ese momento. Es la tradición, yo no puedo romperla. Tengo que soplar las velas y yo no quiero hacerlo sin ella, no puedo. No puedo hacer todo lo que ella hacia esos días previos a un cumpleaños. No tengo fuerzas para comprar y esconder la tarta, preparar las velas, tener un mechero cerca, y esperar a las doce de la noche para sacar los regalos y traer sigilosa la tarta por el pasillo a la luz de las velas. No puedo si no es su carita la que iluminan ese dos y ese ocho.

Y no puedo ver como llegan las doce menos cuarto y nada de eso ocurre. Quiero que continúen estos momentos tan nuestros que ella inició y que ella mantenía, tener fuerza para continuarlos yo si es necesario, con esa mezcla de tristeza y alegría. Pero esta noche no, aún no puedo.

Quiero vivirlo con ella como un año más. Quiero que me dé mi beso de cumpleaños, aunque sea en un sueño. Mañana seré fuerte, por ella, y me sentiré feliz por tanto que notaré su falta, por tanto que daba en cada cumpleaños por muy grande que fuera el número que se sumara entre las velas de esa tarta.

Ella me está esperando. Lo tiene todo preparado. Lo sé. Nunca se lo perdería. Es mi deseo. Es mi regalo de cumpleaños.

Comentarios

  1. Llegué tarde a mi cita. Pensaba irme temprano a la cama, pero entonces... las doce menos cuarto y... ¡Están mirando el reloj!

    Cada uno en su sitio aunque hay un hueco vacío. Una mira el reloj, yo disimulo no haberla visto. ¡Están esperando a las doce! Como siempre un 11 de Febrero, pero tan distinto a los anteriores.

    Llega la hora y abandona el salón sin ninguna excusa, casi como intento de pasar desapercibida. Pero la veo y he notado una leve mirada de complicidad con quien tenía enfrente. Conozco ese "juego", hemos jugado cada año.

    Temía el mes de Febrero, temía esta noche, a las doce menos cuarto, pero no hay que tener miedo, hay que afrontar con fuerza esta nueva realidad apoyándonos en su recuerdo, viviendo un día como hoy como a ella le gustaba tenerlos.
    Ellos han buscado el regalo perfecto, uno con encargo desde el cielo, tan al gusto de ella que nos hemos turnado para no derrumbarnos cuando lo iba desenvolviendo.

    Qué grande es mi familia. Diferente, pero FELIZ cumpleaños

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