Preparativos

La espera a un día especial para la familia trae por igual ilusiones como lamentos. Notoria ausencia en un día en el que podemos imaginar cómo estaría ella y lo diferente que sería todo.

Nos preocupaba, sé que a todos en casa, pensar qué no estábamos haciendo lo que ella haría. En mi caso, tomé cada decisión pensando si es lo que ella querría. Todo en mi vida, parece convertirse en un homenaje hacia ella. Y procuré no pensar demasiado en cuánto me costaba dar el paso sin ella.

No bajé la guardia, aunque hubo momento complicados de controlar.

Cierto día, tuve un sueño. Era el gran día. Ella iba preciosa. Había escogido un traje aguamarina. Su aspecto evocaba a cuando ella tendría más o menos mi edad. Con el pelo más rizado y una figura muy estilizada.
Era el momento de pasar con todos los invitados al salón y ella sugirió que nos colocásemos en la puerta para ir saludándolos, pero ellos tomaron por otra puerta. Entonces, caí en nuestro error. Tendríamos que habernos colocado en la primera entrada y recibirlos momentos antes, nada más llegar.

Ella, decepcionada por el olvido, asentía con la cabeza y agarradas del brazo caminábamos, con el resto de la familia siguiéndonos. Fue entonces cuando llegó esa parte del sueño en que soy consciente de que es un sueño y uno que difícilmente iba a cumplirse. Se puso triste y me dijo que sabía que se había ido antes de tiempo y que se perdía cosas, pero que hasta ese día sentía que se podía ir satisfecha.

- Hasta hoy -me decía - no me he dado cuenta de que me han quedado cosas por enseñarte.

Desperté de pura tristeza. Todos mis temores y toda mi pena expuesta. Mi punto débil. La pena de ella. Su tristeza. Su forma de sentir el haberse ido. Mi peor pensamiento en el día más importante y en el más insignificante, también.

Hoy hace ya dos meses del fin de tantos preparativos de boda. Y estuvimos en esa puerta de entrada. Saludando a todos cuando debíamos. En fila, uno seguido del otro, quienes sabemos y tratamos de hacer las cosas como ella querría.

Aquella mañana, tuve cinco minutos de soledad que hoy pienso no fueron casuales y que agradeceré siempre. Surgió de forma espontanea. Sin preverlo, entre el revuelo de - vamos que toca esto y lo otro, espera un momento que bajo al coche a por una cosa y subo y nos vamos,- me encontré sola y compuesta en el salón de casa, entre ramos de flores blancas y su foto en la mesa del comedor. Qué barbaridad... parecía que me mirase.

No aparté la mirada. En ese momento, verla a ella es lo que quería pese a arruinar el trabajo de tantos aquella mañana. La miré, lloré todo lo contenida que pude, pensando incluso al mirarla que ella no querría que me estropease. A penas le dije un "no me dejes sola, que sin ti no puedo".

Y no lo hizo. Tenía miedo a que todo en ese día fuese dolor y todo fue amor. Amor en estado puro.

Quédate satisfecha, preciosa.

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